viernes, 22 de febrero de 2008

De negro ella y de rojo el ( aunque a veces cambian)


Ella ronda por los callejones de los desposeídos a horas de la madrugada en que solo se cruza con la oscuridad. El no roza su rostro, pero ella no lo desprecia…ese tonto se mete en los corazones de la gente y logra que hagan cosas que ella no puede lograr jamás. Genera buenos clientes. Un poco ingenuos pero buenos. En el fondo ella envidia de el esa capacidad de llevar al limite las cosas. Los pequeños seres saben que van a toparse con ella si lo siguen hasta el límite, pero no les importa, lo adoran.
A ella no. A ella le temen. Le rehuyen como si no tuviera nada que ver con ellos. Se escapan como si la vida tuviera sortija y se ganaran otra vuelta cada vez…por favor… para que una esta en este universo si no es para cumplir su función. Y nadie más eficaz que ella. Eso es lo que el envidia de esa dama. Su eficacia. El intenta por todos los medios, pero la mayoría de las veces fracasa. Sin ir mas lejos, apenas un par de veces la gente lo descubre en su vida. Y casi nunca es definitivo. A ella eso no le pasa. Una vez que llega no se va. Tiene tiempo. No le importa esperar. No corre con la urgencia de los encuentros y desencuentros de las personas. Es caprichosa. Cuando se le ocurre aparece, y si llega ya es pretérito. Si llega, llegó.
Algunos osados la han evadido alguna vez, pero ella sabe que es solo cuestión de una batalla en una guerra que perderán. A esos es a los que espera con más ansias. No es lo mismo atrapar un alfeñique que alcanzar un valiente. No todo reclamo vale lo mismo. Los que se animan a vivir, los que se aferran a la vida, son más codiciados. Sin embargo, y en contraposición, se podría decir que es bastante democrática. No discrimina demasiado a la hora de trabajar. Cada cliente es igual, más allá de gustos personales.
El no es tan terminante con las cosas. Aparece sin que la gente se de cuenta y es caprichoso también. Surge de las piedras, de las miradas, de los buzones. No sabe de horarios ni buenos modales. Se escabulle por las sombras de la noche y se mezcla con los sudores, con las palabras, con las lágrimas. Es caprichoso y desigual. No pone la misma atención en ambas partes. Tiene un problema con eso. La gente cree que él se debe a la igualdad. No. Por que debería? El se mete donde quiere y como quiere y muchas veces solo en alguno de los seres en cuestión. El es mas tirano, mas malo a veces, mas desenfadado también. Por que así es su existencia, le guste o no. Si bien tiene el placer de ser el favorito de la mayoría, también sabe que no es mucho si no es de a dos. Ahí es cuando se explaya y se regocija. Ahí fluye con naturalidad. Tanta naturalidad, que hace que los mortales se olviden de ella y se concentren en el, cuando no deberían.
Ella ronda por las cercanías de el y el no se aleja de ella por mucho tiempo. Ambos conviven en formas que los reflejan con claridad, que los combinan. Como el rojo y el negro. Siempre tan de moda en cada temporada. Siempre tan bonito el rojo para los veranos, siempre tan conveniente el negro en los inviernos.
Ella puede tenderte una emboscada cualquier domingo de agosto, el sabe de apariciones estelares cualquier tarde de septiembre. Los dos son una puñalada en el pecho. Los dos se sienten como la primera vez. Como la ultima. Los rostros de cada uno de ambos surcan el cielo, enamorados, exánimes, en un beso que es el beso máximo y terrible. El ineludible, el único, el fatal. El beso que los envuelve uno con otro y los hace girar en el aire de la noche cuando todos duermen, en una danza narcótica y macabra que no pueden dejar, porque no pueden dejarse. Como el rojo y el negro, como la miel y los aguijones. Como la melodía dulce que no se puede dejar de oír a pesar de las lágrimas que trae consigo.
Y no se callan, claro. Por que deberían hacerlo? Para rendirle pleitesía a quien? Hace miles de años que son adolescentes, que se enojan por nimiedades, que se amigan con seres que los desprecian, que admiran a los locos y los profetas, que abandonan los hospitales cualquier tarde. NO puede Dios ponerles frenos. No puede hacer que se encausen y lleguen a la gente con más calma, con más tiempo para aceptarlos. Él se mete en los corazones y los estalla de emoción sin previo aviso ni lógica aparente. Ella juega al mismo juego. Se divierten. La gente los toma tan en serio… y ellos se divierten. Y Dios no sabe que hacer con ellos. Tanto han aparecido siempre que todos creen que la vida es así, que viene con ellos. Dios no sabe que puede pasar si los saca del medio. Sospecha que todo podría volverse una porquería. Un existir plano y decadente. Una angustia eterna sin expresiones. Un vacío enorme en cada poema y cada plegaria.
Por eso los deja. A ella por que a pesar de sus caprichos y sus parcialidades, cumple una función. A veces dolorosa, injusta, triste, pero siempre necesaria para que todo fluya. A él lo deja ser por… bueno… más o menos por lo mismo.
Y se pregunta Dios, todos los días… se lo pregunta a cada rato porque esta harto de almas que llegan con reclamos. Todos los días piensa Dios que es lo que va a hacer y no encuentra aun mejores modos para la existencia.
Es por eso que siempre al borde del despido, vuelven a quedarse. Porque Dios no ha encontrado aún ninguna cosa que reemplace en el universo, las inefables, las prodigiosas cuestiones de las que se ocupan cada día, El Amor y La Muerte.
Foto: David LaChapelle

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