jueves, 25 de septiembre de 2008

Los que andan ahi afuera




Estuve el otro día con una amiga sacando fotos en el Cementerio de la Recoleta. Ella, avezada fotógrafa, lucia una vieja Zeiss Ikon, alemana. Un viejo guerrero de la fotografía que supo ser herramienta de corresponsal en otras épocas. Amante de la vieja escuela, cambió rollo mientras pudo y sucumbió luego a los beneficios de la digitalidad. Eso le permitió algo menos de romanticismo, pero más disparos. No es lo mismo, claro. Pero sirve.
Ella sacó esta foto. No se entiende bien que significa, asi como asi. Pero en su contexto toma otra forma. Y lleva un mensaje que vale la pena mencionar.
En el cementerio de la recoleta, abundan los carteles turísticos que indican los fastuosos mausoleos de las familias mas mentadas de nuestra historia. Apellidos que son sinónimo de las más diversas cosas. Aberrantes tradiciones, belleza de discursos, movimientos oscuros, espejos de colores, vanas glorias. Bueno, sabemos lo que han hecho de todo esto.
Y en el medio de los Sarmientos y los Mitres, de los Avellanedas y los Roca; un pequeño cartel recuerda algo mas.
Un modesto graffiti de costado y algo bajo para la lectura, se acuerda de los apellidos que tienen todos. Los que no dejan marca en mausoleos, los que escriben sin palabras la historia de aquellos que lucen las medallas.
Miles de años pasaron desde que empezaron a verse los ríos de sangre que sellaron a fuego el relato de la humanidad. Miles y miles de apellidos que no conoceremos nunca, fueron los que son solo relato de números, en el mejor de los casos, cuando no apenas una mención a pie de página.
Cuantos Gonzáles o Fernández, habrán ido hasta Paraguay con Mitre. Cuantos Fueron fusileros y cuantos artilleros. Cuantos escribas contaron los que tantos otros obreros o esclavos hicieron con las piedras al formar cada pirámide. Cuantos más llegaron a los polos y cuantos hicieron la muralla china. Cuantos…
Quienes?
Que apellido son los nadies? Que nombre se le pone a lo que será recordado solo como la fuerza de choque, el frente de trabajo, la población activa, los del montón, la mayoría.
El vulgo.
Quienes eran ellos?
Quienes somos?
Ahí, en medio de los mausoleos, entre las tumbas fastuosas de los grandes líderes, esos hombres estirados, llenos de mármol hasta la coronilla; ahí en medio del lustre de los bronces, a alguien se le ocurre una pequeña mención. Una recapitulación de apellidos populares. Un cartelito que insinúa. “los comunes y olvidados, por acá.”
Y una vez que uno lo lee, resulta casi ofensivo todo lo demás. Resulta ofensivo el entorno. Esos nichos, esos mausoleos, ese cementerio de gente que parece menos muerta por estar mejor cubierta. Como un salón de la fama de los finados en donde se encuentran lo apellidos de los que sacaron chapa de haber hecho, pero nunca fueron capaces de decir: “fueron los mismos de siempre los que lo hicieron”.
Los de siempre. Los que remaron, los que pusieron el lomo, los que les construyeron esas tumbas, los que fundieron ese bronce haciendo cañones y luego lo volvieron a fundir para hacer placas. Los que no se llaman, los que quedan afuera, los que se entierran en campos populares con placas populares.
Los que en los libros de historia, parece que no estuvieran haciendo nada mientras se hacían los países y los imperios.
En todo esto veníamos pensando. Fotografiándolo.
Y en el medio del paseo y el pensamiento, encontramos algo mas.
El mausoleo en homenaje a la guerra olvidada de la historia argentina. La guerra con el Paraguay. En la puerta del pequeño rincón, dos estatuas de tamaño natural presentan dos soldados en formación, custodiando la entrada.
Ese hombre de la entrada es un nadie como cualquiera de nosotros, pero de bronce. Uno que murió en el frente o tal vez sobrevivió para contarlo. Ese que fue modelo de la estatua, quedó como pequeño y olvidado testimonio de los que no se nombran.
Sepamos todos entonces, que un tipo como uno, una fisonomía que uno se podría cruzar en el colectivo, un tipo que no sale en los billetes, que no tiene nombre, es el mejor testimonio de todo lo dicho. Uno que no tiene apellido patricio, que apenas si sabría escribir, se cuela en el bronce dando aunque sea una vez, un tiro para el lado de la justicia.
Para el, que nos regocija pensando que uno de los de este lado se les coló en los homenajes. Vaya esta imagen para que todos lo conozcan. Mitre estuvo en esa guerra. El también, y se jugó mas.

Así que allí estábamos, mirando de cerca un cartel improvisado y una estatua de un nadie que se cuela entre los “Alguien”. Mirando de lejos un país al que no pertenecíamos, con lideres que no eran nosotros.
Los que no tenemos un apellido patricio, vivimos y morimos allá afuera, sin que queden mausoleos por eso. Como el muchacho de esa estatua colada en la gloria que alguien quiso arrebatarle y le corresponde.
Asi que, después de todo; ante tanto nombre de ciudadano ilustre, vaya esta vez el brindis para los demás, los que no se nombran, los que no tenemos apellido en los libros de historia, los que quedamos detrás cuando se dice Fulano ”y su ejercito”, Mengano “y su equipo”, Sultana “y sus allegados”.
Para los que callados hacen grande lo que otros lucen en sus charreteras. Sin ánimos demagógicos ni patrioteros, pero a ver si pasa, de una vez y para siempre. A ver cuando el trabajo silente y constante, vale por la verdadera importancia que tiene.
A ver cuando toca un homenaje a gente que haga cosas comunes.


Y con eso valga de verdad estar haciendo algo bueno por crecer.






Foto1: Paula Gatius
Foto2: Capitan de su calle










miércoles, 17 de septiembre de 2008

Cincuenta minutos con Alvarez


Ah… Álvarez…que voy a hacer con usted? Me borro? No voy mas? Me privo de sus comentarios sagaces? Me abstengo de sus balas de cañón que no suenan cuando caen? Licenciado….
Pareciera que habláramos un dialecto parecido. Mire que le habré tomado saña Álvarez. No sea cosa que en 50 minutos me venga a desmenuzar actitudes que me han tomado años. Mire que me ha dado bronca tantas veces. No Álvarez. No le voy a permitir. Mire que yo soy un tipo de convicciones. Venga a aclararme lo que quiera pero no me diga que yo…
Bueno…no se… bueno…yo…
Porque me dice eso?
Yo lo dije? Yo no lo dije
Yo dije eso???
Yo que dije? A ver? Recapitulemos.
No se Álvarez. Usted me pierde. Me pierdo en lo que dice. Me pierdo.
Bueno, esta bien. Yo también lo leí. Es un fallido fantástico. Se relame Álvarez. Se sonríe. Y yo con cara de bobo. Usted que juega a conocer y yo a desconocerme. Usted entiende que los tiempos son los que hacen falta cuando de buscar se trata. Ni manual ni formulas mágicas. Usted que dice que yo…
No.
Usted no dice. Yo digo. Y usted mira y se prende un cigarrillo. Y no dice nada. Nada.
Y yo que digo y si no digo no se habla. No me diga nada. Nonono. Ni se gaste. No me diga nada ya se. Yo que tengo que contar y usted que me devuelve el discursito armado de otra forma, usted que me acomoda palabras y las pone en la mesa.
Si Álvarez. Tengo un miedo terrible. Usted ni lo cuente. Bueno, no lo va a contar. Confidencialidad profesional, claro.
Y yo que hablo. Y usted que ni se gasta. Nonono… ni me hable Álvarez.
Bueno si, hable…bueno…quiero decir. OK…yo también leí ese. Fallido que me dibuja. Sesgo que me marca, barrradura que me cubre. Complejos, neurosis, fobias. No me desvíe. Oiga, oiga Álvarez!!! Charlas de psicoanálisis. Seminarios de Lacan. Y el recuerdo del viejo Sigmund. El viejito bueno que fumaba. Que era tan bueno que decía, “me equivoqué, no me crean, eso. Créanme esto”.
Nono…no me desvíe, que usted me da aire para que no me ahogue en obsesiones, pero los dos sabemos de que hablamos. Y me charla de serrat, de historia antigua. Y yo embalo como un gil, Álvarez. Usted me saca temas y yo agarro viaje. Y usted sabe de mi gusto por las palabras. Entonces usted se relame de palabras. Banquete de palabras para Álvarez de un tipo que dice, mientras habla de cualquier cosa. Ok Álvarez. De que nos toca hoy?
Dora? El hombre de las ratas? Lo dicho? Lo no dicho? Cine talvez?
De Marx? De Karl Marx? La ignominia más ignominiosa. Que frase…
Me sorprende. No esperaba que arranquemos por acá. Mucho más me sorprende arrancar por estos lares y terminar en mi infancia o en mi presente o en mis amores o no se que. Que tengo yo que ver en todo esto???
Ja! Mire que pregunta le tiro Álvarez.
You are the one Álvarez…you are the one… you have the touch.
“Hablemos de conchas” me veo diciendo; frente a una mesa llena de caracoles.
Esas cosas que usted tiene Álvarez. Y después se ríe claro. Se me ríe a mí que sabe que me río de mí más que de nada. Y claro que me río. Si me he escuchado diciendo cada cosa…
Y lloro, bueno…también…alguna vez. Ni lo diga. Ni cuente esas cosas Álvarez. Confidencialidad profesional.
Si me apellidara Borges podría escribir un mejor relato de todo esto Álvarez.
O seriamos un mejor dúo cómico.
Por lo pronto, como corresponde. Nos vemos el miércoles.
O cualquier cosa lo llamo y le aviso.
Ah y gracias por cambiar el horario de sesión Álvarez. No podía. No me daba el tiempo.
No podía?
No me daba el tiempo? Que me tiene que dar el tiempo?
Que estoy diciendo Álvarez? Bueno. Basta. Hasta acá. Dejamos acá? Je…
He aprendido a reconocer mejor mi neurosis. Por lo menos se cuando decirme a mi mismo que es hora de parar el pensamiento y pasarlo a acción. Que no es poco.
Actuar. Justo yo…Actuar.
Solo una breve reflexión. No lleva a nada, aparentemente. Vio como es esto Álvarez. Lleva su tiempo.
Usted siga haciendo por ahí, quiere? Ponga la oreja y prenda otro pucho.
Tiene fuego? Me convida? Que es este encendedor de cocina Álvarez? Es poco serio. Bien, sirve…gracias Álvarez.
Hoy tengo algunas cosas que contarle.
No sabe lo que me pasó… Muy raro. Muy loco todo.
Yo se que me va a entender Álvarez.
Por loco que parezca, yo se que me va a entender.
Me saco el sombrero.
“Chapó” Álvarez.

Gracias por eso.

jueves, 11 de septiembre de 2008

En el club (De como se entra y de como se sale)


En la película “el club de la pelea” Edgard Norton y Brad Pitt (que en la película son más o menos la misma cosa) caminan por la calle conversando sobre la vida. De pronto sale de un autoservicio, un empleado. Latino el, representación fílmica de la condición humilde.
Brad Pitt le pone un arma en la cabeza. Y empieza el cuestionario.
Le pregunta por su vida, sus hijos, sus aspiraciones. Le pregunta si hace algo además de trabajar.
El pobre tipo, en el piso, cuenta que tiene hijos, que empezó a estudiar pero dejó; que su trabajo no le deja tiempo. Que quiere otra cosa pero no puede.
Entonces Pitt, martillando el revolver sobre la cabeza del pobre infeliz, le dice algo como:
__Mañana te vas a inscribir otra vez. Le pedís tiempo a tu jefe y estudias. Y te recibís. Porque voy a volver. Te voy a estar vigilando y si no te recibís, te mato.

Un día caminas por la calle. Un día llegas a tu casa sin darte cuenta casi. Embebido en pensamientos que se ocupan de otra cosa. Cuando uno camina nunca se ocupa de caminar. Siempre de otra cosa. Es pensar en movimiento y eso siempre es bueno. Un día llegas por la esquina de enfrente. Un día miras para la calle y ves la señora que trastabilla con la rampa de discapacitados de la esquina. Ves que se va, como en cámara lenta directo al medio del asfalto. Ves que el transito de buenos aires es indiferente a estos detalles. Un día no sabes por que, siendo tan cobarde para tantas cosas en la vida, observas el funesto cuadro de una anciana caída en la calle y te tiras sin la mas mínima conciencia de nada. Un infante en el cuerpo de un tipo. Un desquiciado.
Un día levantas a la señora del piso y sentís el ruido enorme, grave y ahogado que viene de enfrente tuyo. Un día levantas la mirada y el 151 acaba de frenar a un escaso metro de tu cara.
Un metro. Esa es la diferencia.
Un día el chofer te mira como si no entendiera que haces en la calle. Recién ve a la señora cuando se levanta. Y abre los ojos frente a una persona que estaba casi bajo su colectivo y no vio. Vio un tipo arrodillado en la calle.
Un día ayudas a la señora a sentarse en el bar y te vas a tu casa.

Y pensás.

Mucho.

Pensás en el chofer, héroe para recordar, que acostumbrado a la selva capitalina, se libró, gracias a sus reflejos, de matar dos personas. Pensás también en el mismo chofer, llegando a su casa y diciéndole a su mujer. “Hoy no pude frenar y maté a dos.”
Pensás en la gente entrando a este blog y diciendo “Que raro…no publicó nada”. En tu analista preguntándose por que no fuiste a la sesión y llamando a un celular que no contesta. En tu madre que no te ubica y tus amigos que te invitan a reuniones a las que no vas. En tus jefes insultándote en mil idiomas por comprometerte con trabajos a los que no llegaste, ni llegas, ni llegaras nunca. Nunca más.
Pensé en las publicidades de la calle que ya no conocería, en las modas que no usaría nunca, en la jerga que de la cual no sería parte. Pensé en mi vida y mis culpas y mis preocupaciones y mil cosas más.
Pensé en la señora que el chofer no vio y en que hubiera hecho mi neurosis si no hubiera ido al piso y por el contrario, hubiera sido testigo de la macabra foto del colectivo y la doña.
Pensé si hubiera pensado: “Pude hacer algo y no lo hice” o simplemente “Que desgracia”. Y ya… a seguir viviendo. A contar la anécdota en un asado.

___ Che, ayer en la esquina de casa, un bondi mató un vieja.

Y pensé en otra persona diciendo en su asado:

___Che, ayer el 151 mató un pibe en la esquina.

Y después de eso charlar de fútbol.
Y así pasar, sin pena ni gloria por el pensamiento de alguien. Una vida como la mía. Que no será la gran cosa, pero es la mejor y la única que tengo; para otro se convierte, sin maldad ninguna, en un simple comentario de asado.
Y ya está… te fuiste. Hasta siempre.

Pensé en eso también. Por obvio que parezca. Pensé en mi, muerto.
Incluso me lo dije.
“Murió Pablo”

Decitelo a vos. No lo digo con el apellido, para que Stellita no se infarte cuando lea. Pero probá. En vos alta, Con nombre y apellido. Vas a ver lo que se siente.

Esa noche descubrí varias cosas.
Cuidado, no voy a relatar una peli de domingo. No quiero un bar en la playa ni voy a salir corriendo por la carretera en un descapotable robado ni ninguna estupidez de esas. Para nada. Me di cuenta que a pesar de todo, mi vida está bastante bien y estoy mas contento de lo que creía con eso.
Le pedí perdón a una mujer y le dije a otra que la amaba. Y seguiré haciéndolo con los días, porque ninguna de las dos me aceptó. Y eso me pareció bien. Tengo que seguir pidiendo perdón y seguir diciendo que quiero a la gente que quiero y seguiré haciéndolo hasta que se crea y se corresponda. Porque así es. Porque así debe ser siempre. Escribí sobre mis amigos, llamé a mi familia y supe que pronto los iba a ver, preparé mi parte en una fiesta. Me probé un saco sin culpa por comprarlo. Me tomé un día para no hacer nada en la semana sin que la cabeza me queme.
Dije que no.
Elegí.
Incluso hasta me puse nervioso y me angustié por alguna estupidez.
Y me fundí en el alivio de no vivir a suero.

No quiero caer en el panfleto de la vida hermosa ni nada de eso. Yo no se mucho como es esto de llevarse adelante a uno mismo. Creo que me voy enterando en el camino. Como todos. No me interesa plasmar un power point sobre el valor de la vida, pero a veces parece como en la película. A veces da la sensación que alguien viniera y te pusiera una pistola en la cabeza. Te sacara de tus miedos y te dijera al oído:
“Te voy a estar vigilando, mas vale que hagas todo por ser feliz, porque sino te mato. Voy a terminar con la vida de mierda que tenés porque no la mereces”

A veces un neurótico necesita empujones que pueden ser un poco drásticos. No sabes por que te dormís. No sabes cuando te vas a despertar.
De todos modos, lo mejor de esto es poder seguir sentándose al teclado, sacando cuentas, peleando un empate y por que no, una que salga bien y sea victoria.
Lo mejor, por trillado que parezca, es poder seguir pasando por cosas y al final decir:

Así es la vida.

Porque si lo decís, es porque todavía estas en el club.

Todavía estas en la pelea.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Por mil años mas


Se nos casa el cholo. Se nos casa y nos deja una sensación extraña. Ya hay varios que están en eso de convivir y tener niños, pero el caso del cholo y Adelina es distinto. Son la única pareja que conozco que en lugar de casarse de apuro, buscan un hijo antes de llegar al matrimonio, para que ella se case con panza. Son los únicos que pusieron el gancho y los únicos con los que preparamos el rito de la ceremonia y la fiesta. Cosas que acontecerán a la brevedad.
En medio de todo esto, fue muy bueno poder organizar una despedida de soltero de esas que no se olviden nunca. Una despedida para despedirse de lo que no se va a recuperar mas. La soltería, el rito de la soltería. La alegría de un grupo de pelotudones que van y vienen por el día y la noche en grupo, cagandose de risa por las estupideces más incongruentes. Y que disfrutan en eso.
No voy a entrar en detalles de todo lo que ocurrió en la famosa despedida, no viene al caso. Me remito a apuntar que duró unas 23 o 24 horas corridas. Desde la mañana de un día hasta la mañana del otro, sin parar.
El caso es que el asunto empezó con un extraño partido de fútbol mezclado con picada y fernet.
La mitad tuvo que salir por temor a perder los ligamentos. La otra mitad tuvo que salir porque entrar a destiempo y romper piernas. No por mala leche. Por falta de aire.
La charla se sacudió desde los créditos hipotecarios, las fiestas organizadas, los niños que vendrán, la experiencia de ser papá, la locura de la gente, lo caro que está todo. Claro que también estuvo el momento para arremeter contra la falta de pelo, la panza que crece, los pantalones que no entran, los pendejos que están terribles y no se que cosa mas…
Y de repente miras la mesa. La misma mesa de los últimos 15 años y te decís…
Estamos grandes.
Si. Estamos grandes. Fue muy raro darse cuenta de eso. Ver a los mismos tipos que conoces desde los 6 años, creciendo. Ver las rodillas que ya no aguantan todo el partido. Ver mi cabellera perdida en una foto, la panza del que nunca tuvo panza. El consejo del que ya es papá para el que va a serlo pronto.
Estamos poniéndonos viejos y es muy impresionante verlo.
Es decir. Nosotros somos unos 15. Con los que más, nos conocemos desde la primaria. Con los que menos, desde los 14 años. Esas caras las vimos siempre enfrente y no percibimos que la vida venia empujando.
No te das cuenta. Siempre ves al pibe de 15 que se empedaba con vos en el baile de la primavera. Siempre al que jode en la mesa, al que hace enojar a todos, al que anda colgado, al que se desubica.
Y de repente no ves más a los pibes. Ves tipos. Señores que llegan a los 30. La adolescencia se fue. La primera juventud fue un suspiro. Ya no hay charlas de boliche. Ahora se habla de otras cosas…
Dicen que los amigos de chico se pierden. Que no pasa eso de seguir viéndose y el tiempo y la vida hacen que todo se vaya disolviendo.

Yo me estoy quedando pelado. Me falta el aire para el fútbol y tomo mas fernet, pero mas despacio. Durante la semana soy un tipo responsable y prentedo cierta profesionalidad. Lo mismo el doctor, el técnico, el licenciado, el empleado administrativo y cada uno de los tipos que son esos pibes en la semana.

Pero un día, casi como naturalmente, nos juntamos.
Y ahí empieza despacio lo que será un solo salto un par de horas después. Un abrazo en una pista. Un fenómeno de masas increíble.
Yo quiero de eso en la vida. Yo quiero tener cerca tipos que sepan lo que fui cuando tenia ganas de mil cosas y la vida no me había golpeado como a ellos. Quiero mirar a un tipo y saber que sabe quien soy. Quiero cuidar el rincón en el que puedo tener menos pelo o más panza, pero siempre, siempre, puedo volver a tener 17 años, sin que me juzguen por eso. Porque la fiesta continua, porque los pronósticos nos mintieron, porque se suma y se sigue. Porque la Alegría de lo que somos no es mas que el reflejo de todo lo bueno que hemos sido.
Y de todo lo mejor que seremos.
La fiesta terminó saltando al son de “la reina de la bailanta”, en un bar de La Plata, tomando cerveza, a las 8 de la mañana.
Y por ese momento no fuimos cuotas. No fuimos números. No fuimos sueldos ni discusión, ni desamores ni papeleo, ni nada más que nosotros mismos.

Porque emociona saber que se levanta otro fernet y se brinda por lo de siempre.
Por el doctor, por el licenciado, por el técnico, por el actor, el estudiante, el padre, el casado, el bancario, el que no vino, el que va a ser papá, el que se enoja. Porque es increíble ver que los años no rompen lo que las leyes de la amistad dictan con el tiempo.
Porque emociona ver el camino por atrás y por delante y poder seguir brindando por lo mismo:

Por los pibes. Por todo lo vivido.


Por mil años más.