viernes, 29 de febrero de 2008

Adioses


Más tarde que temprano llegó la inspiración hasta sus dedos. No había manera de prever que ese asqueroso trabajo editorial, con esos dibujos horrendos, sería el último que su jefe estaría dispuesto a soportar.
El no era un tipo jodido, al contrario, era bastante buen compañero y talentoso; pero odiaba ese trabajo. Lo aborrecía. Así que para cuando se le ocurrió algo bueno, su jefe ya le había sacudido tremenda retahíla de acusaciones, ante la cual el se mantuvo calmado, sabiendo que no había nada de que defenderse. Su trabajo era una porquería, el lo sabía, no era eso lo que le preocupaba. La ansiedad por salir de esa oficina en el mismo instante en que lo retaban era porque no quería olvidar ninguna de las cosas que se le estaban ocurriendo. Y a medida que su jefe le gritaba, más y mejores cosas se le ocurrían. Permaneció con la cabeza gacha y sin hablar, tratando de simular congoja y memorizando su idea. Su jefe se despachó con una disertación sobre la vida, los trabajos, la vocación, la maestría de los grandes y miles de consejos más.
Fue en ese momento, mientras el miraba el suelo y el jefe continuaba su disertación existencial, que empezó a dibujarse en su rostro una descarada sonrisa de entusiasmo, una alegría enorme por esas ideas que no pudieron ser ocultadas, una hermosa sensación; la de sentirse lleno de cosas internas y la necesidad de ponerlo en papel, de escribirlo, de dibujarlo; porque uno está lleno y si no descarga lo que tiene en la cabeza, se pierde todo lo que viene atrás que no puede entrar, porque la cabeza está llena. Mientras pensaba esto y tantas cosas más su jefe se percató de su sonrisa de entusiasmo, solapada bajo la cabeza gacha y se sacó. Se salió de si.
Un rato después había juntado sus cosas y se había ido de ese trabajo asqueroso en donde dibujaba y escribía estupideces, para una revista estupida. Hoy sus trabajos se cotizan a precios asombrosos, los que tienen originales de él los conservan como tesoros, incluso aquellos trabajos que el odiaba, incluso los de aquella revista.
Hoy su jefe de ese trabajo, perdido en el recuerdo, es un tipo conocido en el medio como el DT que lo echó a Maradona porque decía que jugaba mal al fútbol.
Y el es Maradona. Viaja por el mundo haciendo trabajos, exponiendo, escribiendo para revistas afamadas, publicando libros.
Su viejo jefe a veces siente un poco de vergüenza de aquellos episodios.
Él sabe que era un pibe que no terminaba de conjugar algunas cosas. Que no sabia negociar las realidades, el sabe que era un pibe.
El jefe a veces piensa que hubiera pasado si no lo hubiera echado.
El también lo piensa… y no puede dejar de agradecerle a aquel viejo el cachetazo de vida que le pegó cuando todavía era un chico. Y como eso lo despertó a su deseo, cuando pudo descubrir un atisbo de quien era. Cuando no tenía para comprar lápices pero conservaba el corazón puro. Cuando trabajaba en una revista gris y afuera el mundo era de colores. Cuando empezó a entender un poco mejor, quien era él... y quien quería ser.

1 comentario:

Safira dijo...

Esos cachetazos que te hacen crecer son buenisimos... Si lo sabremos nosotros dos.

Te quiero mucho Coequiper!!