viernes, 11 de enero de 2008

El capitan y el lobo


El capitán de su calle es un caradura un poco antihéroe y un poco romanticon. No hace el galán porque no lo es. Nunca fue el muchacho lindo ni el más popular, siempre jugó al límite y se codeó con lo más alto y lo más bajo, nomás por probar como era. Tiene cierta fama gris llena de comentarios dudosos y detractores de la primera hora. El no comparte mucho. Se ríe cuando su fama le adjudica anécdotas que no le corresponden y lo absuelve de peores cosas que realmente hizo. Ha andado por las calles de mil ciudades, ha peleado en broncas de mil bares. Se ha emborrachado en las tabernas de cientos de puertos. Ha conocido algunas mujeres leales y bellas. Algunas más fieles, otras menos. Tiene alguna princesa tatuada en el pecho. Ha viajado por mares y selvas. Es un poco Corto Maltés, un poco pato Lucas. Se hizo un nombre sin hacer demasiadas cosas que le parezcan extraordinarias.
Tiene sus cicatrices. Se ha enfrentado a cosas difíciles. Rivales que dieron la talla. Amores que se han ido lejos. Amigos que cayeron en el camino.
Dicen que son esas cosas las que lo volvieron algo acido y un poco melancólico.
No quiere hacer el héroe, no quiere hacer el antihéroe. No quiere ser tercera posición tampoco. Le gusta contar anécdotas que le han pasado a el o a alguno que conoció. Hay gente que gusta de escucharlo. Y otra que gusta de armar nuevas anécdotas con el.
Hay gente a la que se le pegan las anécdotas.
El capitán de su calle es uno de esos tipos.


El lobo es un tipo oscuro y lleno de miedo. Anda por las penumbras asomándose agazapado por las noches que viven adentro de la gente. Tiene un frío enorme en el alma y una furia que cuando se desata solo trae la sangre que lo alimenta y lo mantiene vivo. El lobo se llena de la angustia que huele. De los alientos de los que temen a su presencia. Y mientras más miedo huele, mas cerca está. El dolor es su bandera. Esta lleno de cosas que hay que hacer, formas que hay que cumplir, mandatos que ahogan, deberes que aprietan. Reglas encorsetadas. Culpas.
Tiene tantas ganas de llorar… si pudiera hacerlo sentiría que algo se alivia adentro.
Pero su ser es tan oscuro que vislumbrar algo de paz es una ilusión demasiado lejana para el.

El Capitán de su calle y el lobo son hermanos.
Son dos caras contrapuestas. Dos gemelos malditos. Dos partes de la misma historia.
Se encuentran solo en un rito frecuentado y viejo. Solo en medio de la gran tormenta. Solo en el ojo de la tempestad. Cada uno se acerca al otro superando el huracán y solo están frente a frente un instante mientras la calma reina en ese epicentro rodeado de destrucción y furia.
Nadie sabe que pasa en esos momentos. Que dicen, de que hablan, que se cuentan dos hermanos al verse.
Solo se sabe que hay veces en que el capitán se siente un poco raro. Sin decir nada se levanta de su silla y camina en silencio. Sabe adonde ir. Sabe como llegar, sea donde sea.
Solo se sabe que al lobo le sucede la misma instintiva reacción. Y allí se ven las caras. Se enfrentan. Se chocan y se desgarran con una fuerza que solo puede contener el ojo de la tormenta. Se trenzan en una lucha feroz y desalmada y al final, cuando ninguno de los dos tiene mas fuerzas, cuando ha corrido mucha sangre ya por esas tierras, cuando la furia ya salio del pecho y se fundió con las garras, cada uno se va por su lado sin decir nada. Se miran otra vez antes de irse, sabiendo que se odian a veces, pero se necesitan. Sabiendo que aunque no les guste decirlo, cada uno le da algo importante a la existencia del otro. Así vuelven a sus vidas de todos los días. El lobo se guarda en su guarida, se suma a alguna manada para comer y seguir viaje, se asoma al sol a dormitar en medio de la estepa. El capitán cuenta anécdotas de mujeres y juergas en los puertos, y ambos están más tranquilos por un tiempo.
Como si hubieran saldado deudas, como si cerraran cuentas pendientes con ellos mismos.
Como si se les calmara el espíritu por un rato y dejaran de renegar…por ser la misma cosa, con dos caras distintas

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