Ellos vinieron aquí sabe? Nosotros no los llamamos, no les declaramos la guerra, ni siquiera les dirigíamos la palabra. Ellos estaban del otro lado del mundo y se vinieron un día para acá diciendo que sabían como hacernos libres. Entonces nos invadieron vio? Para liberarnos. No llenaron de tanques y de balas. Nos dijeron que matarnos era lo mejor para nosotros. Vinieron con sus costumbres y dijeron que eran mejores que las nuestras. Nosotros nos tapamos la cara por la tierra que levantaron y los oídos para no oír las canciones estridentes y los gritos. Los vimos pasar al principio. Entraron rompiendo las rejas de una frontera dibujada. No supimos bien que hacer para pararlos. Eran muchos y nosotros teníamos cabras y palos y un arma para espantar zorros del desierto.
Miles de años pasaron aquí y tantos imperios se forjaron. Lideres de tiempos remotos se unieron y fabricaron un pasado tan rico que hoy sigue alimentado nuestro desierto de magia.
Pero ellos no querían nada de eso. Ellos pisotearon las reliquias de los viejos líderes, los reyes de antaño fueron olvidados a la primera ráfaga de metralla.
Ellos tenían otros hallazgos que hacer, otras búsquedas de las que ni nosotros participábamos.
Hallazgos que cambiaron su mundo para bien, por este rato y el nuestro con dolor, para siempre.
Entonces sus botines en las puertas nos callaron la boca. Los que lograron escapar se aferraron a la desesperación de un fusil.
Ahora se quejan de cómo reacciona la gente. Dicen que no entienden por que no los quieren.
A mi me gustaría ver a un gringo de esos tan preguntones y dudosos, con la guerra en la esquina de su casa. No es que yo ande deseando que muera gente eh? No me entienda mal. Ya bastante tengo con la muerte que he visto, se lo aseguro. Pero me gustaría de verdad verle la cara a uno de esos muchachitos atiborrados de botones y balas y cascos y rodilleras, con la guerra en su barrio y su familia muriendo.
Quisiera saber cuantas veces han visto ellos los tanques con banderas de otros colores y soldados que hablan otros idiomas, desfilando por sus puentes y sus calles.
¿Cuantos soldados han saqueado sus casas? Dicen que ninguno nunca. Ninguno nunca sabe? Ni uno.
Hay otros que podrían haber venido antes que ellos a hacer esto. Hay muchos afuera con poder, sin embargo cada vez son menos los que guerrean, los que invaden. Cuantos países hay en el mundo? Usted lo sabe? Debe haber muchos no? Porque siempre escucho nomás sobre tres o cuatro, a lo sumo diez…
Yo creo que la mayoría han visto sus banderas pisoteadas por otros tanques con otras banderas.
Si no fueron tanques fueron números, pero la mayoría sabe lo que es ser pisoteado.
Una vez pasé un mes con un amigo en una trinchera. Había momentos en la noche, cuando se callaban las bombas, casi antes de amanecer, en el que el silencio caía pesado sobre nosotros. La mayoría de las veces no decíamos nada. El mundo estaba callado y era hermoso escucharlo, era fantástico oír eso que se oye mucho más fuerte que todas las bombas. Pero algunas veces después de un rato charlábamos un poco en vos baja. Yo le contaba sobre esto que le digo a usted. El solía decir que esto que yo le decía era como romper un corazón. Yo no lo entendía.
Claro__me decía__ Uno va por la vida haciendo lo que se le canta con los corazones que se le cruzan sin darse cuenta del dolor que está provocando. Incluso sin que a uno le importe demasiado ese dolor, sin hacerse cargo.
Hasta que un día le rompen el corazón a uno.
A partir de ahí todo será distinto. Todo será más cuidadoso. Porque se es conciente del daño. Uno entiende que sabor tiene el dolor.
Y eso une, sabe? Por raro que parezca eso une.
Un amor en Lituania debe de ser muy distinto que aquí, o uno en Liberia o uno en Taiwán.
Pero el dolor de una madre que pierde su hijo en Tailandia o en Francia es el mismo dolor de la señora de aquí al lado.
El hambre en Calcuta es el hambre en Lima.
El miedo nos separa. La rabia, talvez, que aparece tras el dolor. La ambición. La incapacidad de escuchar al otro.
Pero el dolor es algo que tenemos en común.
Talvez deberíamos escuchar un poco más el dolor de los otros, no le parece?
Miles de años pasaron aquí y tantos imperios se forjaron. Lideres de tiempos remotos se unieron y fabricaron un pasado tan rico que hoy sigue alimentado nuestro desierto de magia.
Pero ellos no querían nada de eso. Ellos pisotearon las reliquias de los viejos líderes, los reyes de antaño fueron olvidados a la primera ráfaga de metralla.
Ellos tenían otros hallazgos que hacer, otras búsquedas de las que ni nosotros participábamos.
Hallazgos que cambiaron su mundo para bien, por este rato y el nuestro con dolor, para siempre.
Entonces sus botines en las puertas nos callaron la boca. Los que lograron escapar se aferraron a la desesperación de un fusil.
Ahora se quejan de cómo reacciona la gente. Dicen que no entienden por que no los quieren.
A mi me gustaría ver a un gringo de esos tan preguntones y dudosos, con la guerra en la esquina de su casa. No es que yo ande deseando que muera gente eh? No me entienda mal. Ya bastante tengo con la muerte que he visto, se lo aseguro. Pero me gustaría de verdad verle la cara a uno de esos muchachitos atiborrados de botones y balas y cascos y rodilleras, con la guerra en su barrio y su familia muriendo.
Quisiera saber cuantas veces han visto ellos los tanques con banderas de otros colores y soldados que hablan otros idiomas, desfilando por sus puentes y sus calles.
¿Cuantos soldados han saqueado sus casas? Dicen que ninguno nunca. Ninguno nunca sabe? Ni uno.
Hay otros que podrían haber venido antes que ellos a hacer esto. Hay muchos afuera con poder, sin embargo cada vez son menos los que guerrean, los que invaden. Cuantos países hay en el mundo? Usted lo sabe? Debe haber muchos no? Porque siempre escucho nomás sobre tres o cuatro, a lo sumo diez…
Yo creo que la mayoría han visto sus banderas pisoteadas por otros tanques con otras banderas.
Si no fueron tanques fueron números, pero la mayoría sabe lo que es ser pisoteado.
Una vez pasé un mes con un amigo en una trinchera. Había momentos en la noche, cuando se callaban las bombas, casi antes de amanecer, en el que el silencio caía pesado sobre nosotros. La mayoría de las veces no decíamos nada. El mundo estaba callado y era hermoso escucharlo, era fantástico oír eso que se oye mucho más fuerte que todas las bombas. Pero algunas veces después de un rato charlábamos un poco en vos baja. Yo le contaba sobre esto que le digo a usted. El solía decir que esto que yo le decía era como romper un corazón. Yo no lo entendía.
Claro__me decía__ Uno va por la vida haciendo lo que se le canta con los corazones que se le cruzan sin darse cuenta del dolor que está provocando. Incluso sin que a uno le importe demasiado ese dolor, sin hacerse cargo.
Hasta que un día le rompen el corazón a uno.
A partir de ahí todo será distinto. Todo será más cuidadoso. Porque se es conciente del daño. Uno entiende que sabor tiene el dolor.
Y eso une, sabe? Por raro que parezca eso une.
Un amor en Lituania debe de ser muy distinto que aquí, o uno en Liberia o uno en Taiwán.
Pero el dolor de una madre que pierde su hijo en Tailandia o en Francia es el mismo dolor de la señora de aquí al lado.
El hambre en Calcuta es el hambre en Lima.
El miedo nos separa. La rabia, talvez, que aparece tras el dolor. La ambición. La incapacidad de escuchar al otro.
Pero el dolor es algo que tenemos en común.
Talvez deberíamos escuchar un poco más el dolor de los otros, no le parece?
Talvez asi alguien escuche alguna vez el nuestro.
2 comentarios:
Si... el dolor nos une...
Siempre el dolor nos une, a vos, a mi, a todos. El dolor es dolor, que va...
Y sin hacer apologia de las depresiones eh? el dolor es algo que esta con depresiones o sin ellas, con tristezas o sin ellas.
Sin apologias pero bueno...ahí está.
A que negarlo...
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