domingo, 19 de abril de 2009

TESTIMONIOS


Jorge Marulo era un escritor aburrido. Llevaba una vida asquerosa. Tenía menos pasión que una feta de fiambrín. Hacia tiempo que escribía porquerías y nada más. Es más. Nunca escribió otra cosa que no fueran porquerías. Tenía la misma vida social que un portamacetas, menos carisma que un azulejo, la sutileza de un fusil de asalto y el vuelo poético de un tapir.
Era una porquería de tipo… se daba cuenta…y el muy zángano no hacía nada.
Un buen día se sentó frente al monitor de su vieja PC y abrió una ventana de Word para empezar a relatar otra de las tantas sandeces que solía escribir. Viéndose allí sentado empezó a sentir el miedo de los escritores. El famoso terror de la página en blanco. Trató de controlarse. Respiró hondo. Cerró los ojos y los abrió otra vez. Nada. Todo igual. Intentó calmar su impotencia y su ira. Trato de sofrenar su instinto asesino. Como no pudo se reventó la cabeza contra el monitor.
En el microsegundo posterior al golpe sintió que tenía una buena idea, pero cayó babeando sobre el teclado. El corto circuito que generó lo electrificó y lo despidió violentamente hasta el otro lado de la casa. Vivía en un galpón de ferrocarril. Así que voló unos 25 metros y se estroló bien alto contra las chapas de enfrente.
Al caer pegó la pera contra una viga y fue como si una bolsa de papas diera un mortal para atrás. Cayó sobre un pedazo de locomotora que le hacia de living.
Fue en ese momento que llamaron a la puerta. Era el gordo Valija, un amigo, que venia a cobrarle la merluza que Marulo le debía.
Al escuchar solo un quejido leve en el interior, el gordo tiró la puerta y encontró el estropajo de tipo que quedaba en el galpón.
Amablemente se ofreció a ayudarlo. Lo tomó de la cabellera y lo llevó arrastrando hasta la calle, lo pateó un poco y llamó una ambulancia. Como la gente es copada y no se mete en lo que no le importa, lo dejaron tirado ahí hasta que llegaron los médicos, 45 minutos después.
__“Calculamos mal”, dijeron los paramédicos, después de agarrarle un brazo con una rueda de la ambulancia.
Acto seguido se aprestaron a cargarlo y trasladarlo a un nosocomio. Veloz transitaba el móvil por las calles de la ciudad, tan veloz, que se puso contra un bondi de la línea 39. Salió Marulo volando por la luneta cual pájaro herido y cayó en plena avenida Santa Fe, cuando cortaba el semáforo…Una sucesión de vehículos pasaron por sobre su cuerpo hasta que después de ser levantado por el aire un par de veces cayó sobre un camión volquete salvador.
El camión iba al puerto, donde dejó su carga de porotos blancos de remojo en escabeche adentro de un depósito de un buque mongol. Los porotos argentinos hacen furor en Mongolia.
Un mes después Jorge Marulo despertó en aguas internacionales.
En el terrible viaje Jorge Marulo fue cuidado por un indio wichi que conoció en el lúgubre depósito marino. El indígena había llegado a buenos aires a pasear y se subió al barco a sacarse fotos pensando que era la fragata libertad. Ahora iba rumbo a Mongolia.
En el camino se hicieron amigos, fueron descubiertos a mitad del periplo y obligados a pelar salamines caseros durante todo el viaje, se escaparon al pasar por la india y se fueron a China, caminaron prófugos de la justicia, se enfrentaron al ejercito rojo y llegaron por fin a Nepal, donde unos monjes budistas les enseñaron a respirar por el ocote y a comer salchichón primavera en otoño.
Hartos de la vida de monje se marcharon hacia oriente medio donde conocieron Uzbekistán, Kasakistan, Acastán, Acanostán y Ahorasevan. Y así llegaron al golfo pérsico. En Irak unos extraños soldados los metieron en cana por portación de cara y después de una tremenda marimba de palos, los mandaron en vuelo charter al mas áspero Guantánamo de mister Bush. Después de 6 meses de hambre y palizas, los yanquis se dieron cuenta que estos dos no tenían nada que ver con nada. Les dijeron, “gracias por sus servicios al pueblo americano” y los pasaron a balazo limpio para el lado cubano. Allí pidieron asilo y al poco tiempo volvieron a la argentina.
Jorge Marulo volvió al galpón de ferrocarril 14 años después y encontró todo como lo dejó. Acá los ferrocarriles no se renuevan mucho.
Compró un monitor nuevo y se sentó a escribir.
Y como era de esperar…al muy imbecil no se le ocurrió nada para decir.

Solo delineo un par de frases que decían así:

“Cuidado con lo que deseas, puedes electrocutarte y viajar a Nepal.
Y depende de la vida que lleves…en una de esas haces negocio”

Jorge Marulo, un inquieto personaje de…TESTIMONIOS.

8 comentarios:

Unknown dijo...

No puede ser... buenísimo!
Nada más que mis aplausos y admiración por Don Jorge Marulo y su imaginativo creador.
Bravo, bravissimo!
:)

Café (con tostadas) dijo...

El principio del post me hizo recordar una serie de ejercicios de teatro!

Después, bueno... después morí de risa! Y es así, eh... hay manos que no pueden hacer nada bueno, no importa la calidad de las materias primas que tengan a tiro ;)

Zippo dijo...

No se me ocurre nada más que decir que...¡desopilante!
Lo otro, ud ya lo sabe: mágico, excelente relato, etc, etc.
Me gustan mucho esta clase de historias, me atrapan en el acto, Pablo.¿las actuarías si fuesen guionadas?

Tefilina dijo...

Un verdadero encanto este señor Marulo, y el indio también...

Era como un Peter Sellers en "La Fiesta Inolvidable" a una potencia máxima...

María dijo...

Risa física y crujido de costillas!
Este Pablo, el del absurdo, me cae muy bien

María dijo...

Sr Pablo: su coso ha sido linkeado en mi nuevo coso: guonderlan.blogspot.com.
Felicitancias de nuevo por este post! ( más risas y risas...)

rubiaa dijo...

jajajajajajajajaja!
Increíble Pablito.

Carmen Moraima dijo...

Hola Pablo otra vez por este blog!
Me he tomado el atrevimiento de publicar Testimonios y Un trato con lo oscuro en la nueva página, sos un génio. Un beso.
www.aldeadecoro.com/web/