miércoles, 26 de marzo de 2008

En el frente de batalla



Usted cree realmente que esta profesión es la gran cosa verdad? Usted lo cree. Cree que cambiamos algo en el mundo estando aquí. No señor. No se equivoque. No es una cosa trascendental para el destino del mundo. Ni siquiera esto lo es.
Es un oficio. Un oficio…pequeño. Como cualquier oficio. Que lleva toda la vida, claro. Como suele pasar con los oficios. El nuestro en particular es un oficio de muerte. Uno debe disponer tropas en determinadas posiciones y enfrentarse a las del enemigo con la pericia suficiente como para determinar que las tropas propias superen a las del enemigo con la menos cantidad de bajas posibles. Es mas o menos eso verdad? Y es eso lo que ven en la capital, claro. Así se podría ver desde una oficina. Claro que habría que pensar un segundo. Muchos solo verán gente que gana y gente que pierde. Como en el fútbol.
Es ingrato este oficio, por momentos. Y en muchas oportunidades rodeado de grandilocuencias que hacen que parezca tener una magnitud que no tiene. Ni este ni ningún oficio. Las cosas fundamentales que sostienen una nación no salen nunca en los diarios. Trabajan en silencio. Pregúnteselo a cualquier obrero. Hay muchos obreros aquí sabe? Reclutas que trabajaban en fábricas. Sin estructuras publicitarias. Manejaban tornos, fresas, biblioratos, lápices, cereal. Cualquier cosa. Se van a dormir cada noche y están solos. Y yo también sabe? Cuando llega la noche y uno esta solo sentado en su catre y todo el mundo duerme uno es apenas un hombre que tiene miedo. Y a veces eso es demasiado.
Y le aseguro que es verdad. Tengo miedo. No me avergüenza ya decirlo. Usted creerá que soy un cobarde, claro. Usted no sabe lo que es el miedo. Viene con sus órdenes y sus normas de disciplina.
Hay que cargar con esto… es un poco duro…
Usted viene Mayor a decirme lo que debe ser y lo que no con una soberbia que tiene que ver un poco con su inexperiencia sobre el tema y otro poco con su condición de niño bien. Me viene a contar las necesidades políticas y administrativas del estado como si yo no las conociera. Cree que solucionaríamos algo con un régimen de latigazos, realmente lo cree. Cree que infringir dolor físico a tres o cuatro hombres solucionará algo. Talvez porque esa clase de dolor es la única que conoció alguna vez, cortándose la yema de un dedo mientras pelaba fruta.
¿Cree que lo peor de la guerra es la sangre?
Lo debería sentenciar a usted a 100 latigazos y luego dejarlo un par de horas al sol. Va a ver como al principio se olvida de la sed. Va a ver como después la sed le gana y ya no se acuerda del dolor.
Debería dejarlo un día sin comer. Solo uno. Y luego hacerle dar una paliza. O talvez impedirle comer. Impedirle de forma sencilla y sin tanta violencia hacer algo tan natural como almorzar. Un día, o dos. Talvez tres.
¿Sabe lo que debería hacer?, debería encerrarlo en una celda, una semana a pan y agua. Luego armaría algún soberbio banquete y comería hasta asquearme delante de sus narices.
Va a ver que mientras me mira, algo dentro suyo se convierte en una molestia. Luego esa molestia se volverá enojo y si no detengo el asunto pronto, al cabo de un tiempo será odio.
En ese momento es cuando empiezo a carcomer su moral, su ánimo, sus principios. Sus ganas de cualquier cosa. Hasta odiar va a cansarlo. Me encargo de colaborar con el enemigo e impongo un régimen de disciplina que le haga sentir a los soldados que no tiene ninguna salida, que no pueden respirar ni si quiera en lo que se supone que es su casa, su cuartel, su lugar de pertenencia. Y todo esto no es cosa de un mes eh? No…durante 2 años de guerra.
Un día, yo llego de la capital en mi impecable traje de gala y lo siento a usted en una gran mesa y mientras disfruto de mi cena frugal…porque no tengo apetito…y usted me mira piojoso y mugriento, le cuento de la moral, de la disciplina, del patriotismo, del deber para con una nación, de la defensa de los valores de nuestro pueblo y no se que otra cantidad de estupideces de politiquería.
Para ese momento ya usted está sentado enfrente mío con una manzana en la mano y un cuchillo para pelarla.
Sabe que pasará? Yo le diré que a partir de ahora usted deberá someterse a un régimen de latigazos. Entonces usted se pondrá de pie, tomara el cuchillo de pelar fruta, me tomará de la cara y me degollará mirándome a los ojos. Luego se separará de mí y dejará el cuchillo sin decir una sola palabra. No robará nada. A lo sumo algo de comer, no intentará escapar ni tendrá remordimiento. ¿Sabe por que no? por que ya no le interesa, por que ya no tendrá nada que perder. Y lo mas cómico de todo esto es que yo me encargue de convertirlo en mi propio verdugo. En mi peor enemigo político. Yo lo llevé a no tener nada que perder.
Y luego llantos, claro. Lamentos de colegas y ministros. Funerales fastuosos para el gran comandante y mausoleos de mármol con nombre tallado. Sentidos discursos de mis amigos y asquerosos lamentos de mis enemigos también.
Luego todos serán victimas, todos culpables, todos inocentes, todos sospechosos.
Después, como ocurre siempre, cuando hay alguien a quien volver santo, enseguida empiezan a aparecer los milagros.
¿Sabes quien no se preguntará nada? Los soldados. La tropa regular. Porque estarán igual que usted, con hambre, con sed y sin ninguna esperanza.
Yo estoy aquí para darles el valor necesario para que sigan luchando por conservar su puesto en un escritorio y usted viene a decirme que un régimen de latigazos haría que la disciplina de estos hombres funcione mejor? ¿Porque no lo prueba usted primero, a ver si funciona? ¿Cree que es sencillo dar esa orden aquí en el frente? Decirles que los que les van a patear el culo son los de su bando en vez de decirles que allí hay gente cuidándole las espaldas?
Le diré lo que voy a hacer. Voy a mandar a esos dos tipos al calabozo con los panes que robaron, les voy a hacer dar una paliza no muy grave que digamos. Algo que soporten bien. Les diré “_ Cuiden ese pan porque es su única comida en los próximos 4 días_” Y al cabo de los 4 días los voy a largar; sin limpiarse, sin peinarse, sin afeitarse. Para que la tropa vea lo que pasa por robar. Fin del asunto.
Usted cree que son los primeros soldados que roban comida?
Me viene a proponer sus normas de escritorio cuando yo mañana tengo que pedirles que nos salven la vida a los dos.
Usted quiere señor, la verdad y la justicia. Usted integra tribunales y cámaras. Juzgados y dependencias. Usted debe buscar la justicia y la verdad.
Déjeme citar a un colega señor:



Usted no sabe que hacer con la verdad.

2 comentarios:

Safira dijo...

Que se hace con la verdad? al menos intentar comprenderla...

Te enteraste que tengo blog?
www.dulcecriatura.blogspot.com

Besos!
Flor

María dijo...

gracias por el miedo y la verdad.