Vinos tintos y blancos que se amontonan, casi vacíos en la alacena. Un plato de comida y una película en blanco y negro. Un viejo peinado con gomina, dos hermanos se pelean en la vereda, diez días de mirar a la pared.
Swing de saxofones en el parlante.
“Algo hermoso cambia tu camino”, dice la canción. Deja olor a esperanza en la cocina. Afuera todo esta congelándose. Hay un asalto con rehenes en la esquina. Un pibe pide una pizza y manda a una rehén a buscarla. Yo los veo desde la terraza. Veo incluso todos los policías que el no ve. Veo al pastor evangelista en la foto del templo del que salen los escudos de la infantería. Me tomo un culito de botella de un tinto muy rico, con roble. Prendo un cigarrillo. Muy poético, pero que poco saludable. Como la ciudad. Muy poética, pero que poco saludable. Las desgracias y las fortunas corren por todos lados. Se vuelven viento y acompañan los destinos cruzados de miles de almas. Una empleada va a trabajar a una perfumería a la mañana. Quien hubiera imaginado, que a la noche iba a estar buscando una pizza del suelo, frente a un negociador de la federal. Uno hace sin saber adonde va.
Yo deliro en una computadora sin siquiera imaginar adonde me lleva. Afuera el cielo esta naranja en plena noche. La luz de la ciudad rebota contra la tormenta y todo esta húmedo. Me llama mi madre por teléfono., le relato lo que veo que no sale en la tele
Saco a relucir un chocolate que había en la heladera. Una grata sorpresa, siendo la hora que es y con la puerta de salida clausurada. Hay otra película en la tele, una de los hermanos Marx. Groucho gobierna un país, Harpo y Chico son espias en el pais de enfrente.
Se puso mas frío. Prendo las hornallas de la cocina. Miro para afuera y veo balizas azules de la policía. Pasa un patrullero en contramano en plena avenida desierta.
Todavía hay gente ahí afuera. Y adentro de la perfumería.
Miro la televisión y no veo la esquina de casa. Ya no hay móviles de los noticieros ni curiosos frente al cordón policial.
Me siento a escribir otra vez. No hay ninguna cosa que pueda hacer ahora por lo que pasa afuera.
Me cuelgo en la computadora mirando blogs y escribiendo cosas.
Se me hizo taradísimo. Miro otra vez por la ventana.
Ya no hay luces ni hombres de traje. Se hizo tarde hasta para el secuestro.
Ya pasó. Ya está.
Mañana no se va a acordar nadie de esto que digo.
Del secuestro, menos.
Foto: Capitan de su calle