jueves, 27 de agosto de 2009

TESTIGO V





DESGRABACIÓN TESTIMONIO PERSONAL


Eran aproximadamente las 22 horas, el edificio estaba prácticamente vacío. La oficina queda en el bajo, por San Telmo y de noche, durante la semana, no transita mucha gente.
Mientras releía un expediente escuché a alguien caminando en el piso de madera del pasillo. No le di mucha importancia en un principio pero después me llamó la atención la cadencia de los pasos. Se notaba que era alguien que caminaba con dificultad, casi arrastrando los pies, talvez rengueando. Se oía muy claro en el silencio que había a esa hora. Sentí que los pasos se acercaban a mi oficina pero en primera instancia me pareció un poco paranoico de mi parte ocuparme de algo así, de modo que no le presté mas atención. Seguí con mi trabajo y volvió al rato a llamarme la atención como una especie de tos y después como si alguien...no se... no se como explicarlo... como si alguien... regurgitara.... como un ruido de enchastre, de algo viscoso. Después de eso, una especie de respiración profunda y otra vez los pasos. Los sentía cada vez mas nítidos, cada vez mas cerca y cuando los escuchaba casi enfrente de mi puerta, se detuvieron.
Silencio. No pasa nada mas o menos por un minuto.
Golpean la puerta. Camino hasta ahí, miro por la mirilla y veo un joven como de unos 23 o 24 años. Pantalón jean, zapatillas, remera, campera de corderoy, como encorvado, casi temblando.

__¿Quien es?, pregunto

__ Abra detective, abra la puerta

Volví a mirar pero no reconocía a la persona.

__¿Quién es? Pregunte otra vez

__ Abra la puerta...detective Víctor Manta, abra la puerta

Me conocía.
Su voz era de viejo. Vestía como joven pero por esa voz, se ve que no lo era. Supuse por la postura, que podría estar herido. No sabia que hacer, volví a mirarlo. Temblaba, parecía necesitar ayuda. Me decidí a abrir.
La imagen era impactante. Estaba desalineado, transpirado, sucio. Algo oscuro, como una bilis, caía de la comisura de su boca a su remera. Emanaba un olor penetrante y desagradable.
La voz era cascada, gutural, anormal para un muchacho tan joven, que sin embargo, tenia claras señas de envejecimiento, como si tuviera la cara desfigurada. Se encontraba como en un estado de shock. Por un segundo solamente lo miré, entre asombrado y cauteloso. No dije nada, solamente lo miré, lo medí.

Con movimientos cortados, como separados uno del otro, su cabeza empezó a moverse para arriba y sus ojos se pusieron blancos, tenia la boca abierta y respiraba con dificultad. Después bajó la cabeza y empezó a caminar hacia adentro de la oficina. Lo deje pasar, mientras observaba cada movimiento que pudiera hacer. Caminaba muy lento, con pasos cortos, encorvado, los brazos contraídos, casi tocando su torso, como si tuviera cien años.
Quedé a sus espaldas, se dio vuelta, me miró con los ojos blancos. No me había dado cuenta lo impactante que es una mirada con los ojos blancos. Es una mirada que no te mira.
Respiró su asma, sacó la voz rota y aspirada, como hablando bajo.
Dijo:

__Detective Víctor Manta

__Si

__ Ya es casi su hora...


Foto: Capitán de su calle

miércoles, 19 de agosto de 2009

TESTIMONIOS IV




Tito Martunetta era el afable empleado de la gomería Mentastini, que era del gordo mentastini, saliendo de la rotonda, por la 65, allá por 9 de julio, provincia de Buenos Aires.
Tito solía juntarse con amigos y parroquianos en la gomería del gordo cada viernes a comer un asadazo y tomar unos vinos. Aquel viernes hacia calor y al gordo Mentastini se le ocurrió poner el tablón afuera, con una portátil para iluminar la mesa y una rama colgada para que espante a las cotorritas. Compró repelente y a los que iban llegando les pasaba el aerosol para que no los jodan los bichos.
Tito cortó un salamin y un pedazo de queso y llevó el pan.
El manaza puso el carbón en la parrilla, prendió el fuego y se frotó las manos al ver la bolsa de carne. Habían encargado además unas mollejas en la carnicería hacia como 15 días y habían llegado fresquitas y listas para la parrilla. Le hizo seña al tano Perrone para que abra una damajuana y preparó la tabla grande, la sal y la cuchilla
Varios jugaban al truco, otros conversaban, alguno sintonizaba una radio y ponía algo de música, como de fondo.
La noche estaba calida, el vino estaba bueno y ya se sentía el aroma de la carne en la parrilla.
Todo pintaba como para un alegre y tranquilo asado de fin de semana.
Cuando de pronto…un extraño sonido vino desde el cielo. Como un trueno que crecía de a poco. El murmullo de la charla se calmo de repente y todos empezaron a oír el ruido que cada vez se hacia mas fuerte.
Los comensales se miraron entre si, la intensidad de sonido no paraba de subir. Ya los vasos temblaban en la mesa. Todos salieron del toldo hacia el descampado para ver que ocurría y allí fue que lo vieron pasar por encima de sus cabezas.
Un enorme plato volador venia en franca caída y pasaba por encima de ellos, maniobraba sobre la gomería y se ponía de punta sobre el terreno del fondo llevándose puesta la pila de cubiertas viejas dos plantas de limones, un valiant 2, que hacia de gallinero y un perro, pobre, que olio la carne en la parrilla y se acercó. Que se iba a imaginar pobre animal que lo iba a matar un ovni.
Todos corrieron hacia el objeto volador incrustado en el patio. Esperaron frente a el sin animarse a acercarse cuando de repente una compuerta se abrió.
Un humo blanco apareció desde adentro de la nave y una fuerte luz salió hacia el descampado. Desde el fondo de la nebulosa, comenzó a dibujarse una figura. Los parroquianos se estremecieron, no podían creer lo que veían sus ojos. La figura empezó a hacerse mas clara y de pronto se oyó un ruido extraño mientras se empezaba a ver la imagen desde la nave. Era un enano verde con un mameluco naranja apretando un matafuego. Salio hasta la rampa de la nave, miro a los parroquianos y les dijo:
“Como me pierde la rotonda esa loco!!, no se ni pa´ donde ir!! Yo buscaba el puente de la 5 el que va para capital, me re perdí!!” En ese momento el alienígena se percató de sus casuales espectadores.
Tito Martunetta fue el primer valiente que intento hacer contacto. Dio un paso al frente. El extraterrestre lo miró fijo a los ojos. En medio de aquella imagen y con todo el temor encima Martunetta dijo lo mas amable que se le ocurrió: “¿Queres mollejas petizo? Ya salen, están a punto.”
Acto seguido todos vieron como otros 5 enanos bajaron de la nave cargando dos botellas de vermú, una bolsa de aceitunas, un sifón de esos de plástico y unos tres cuarto kilos de limones.
A partir de ahí empezó la fiesta de verdad. Se comieron las mollejas, jugaron al truco, se tomaron hasta el agua de los floreros. En eso uno de los enanos se fue al plato volador, abrió un par de compuertas pequeñas laterales y dejo ver dos tremendos bafles como de 150 con unos twiter que eran una belleza. Puso un disco de cumbia y pelo unas pastillas intergalácticas que convido a los comensales. Como media hora después era una joda loca inolvidable. El manaza bailaba en calzoncillos, un enano colgado de la portátil gritaba Tarzán y saltaba sobre las cubiertas. El gordo Mentastini le curaba el empacho a un extraterrestre y el tito trataba de sacar a un enano del inodoro…eso nadie sabe como paso pero casi se ahoga el muy salame del alienígena beodo.
Después empezó la guerra de hielo, se entraron a sacudir con lo que había en los vasos, Carlitos se puso a discutir con un enano que era peronista y Alberto se durmió la curda entre los yuyos y apareció lleno de ronchas porque se lo comieron los mosquitos.
Luego vino el bajón. Para lo que los extraterrestres bajaron de su nave tortas de chocolate y un almendrado que estaba para chuparse los dedos. Después el gordo Mentastini se vistió y preparó un café bien amargo como para despertar a la sarta de borrachos perdidos que quedaba en el lugar.
Ya tipo 5, un enano dijo basta. Era hora de partir. Repartieron los visitantes unas fantásticas píldoras que te sacan la resaca al instante, ayudaron a lavar los platos y se dispusieron a partir. Todos se despidieron y prometieron volver a verse. Tan bien la habían pasado en su intercambio cultural intergaláctico, que los extraterrestres prometieron volver a la siguiente semana. Así lo hacen desde aquel día. Cada semana, sin que nadie se de cuenta en la noche nuevejuliense, un platillo volador aterriza en las afueras de la ciudad, después de la rotonda, por ruta 65. Se pasan la joda loca y se van ya casi de mañana. Los que van a esos asados saben que no pueden decir nada, por lo que guardan el secreto en pos de conservar su momento semanal de diversión pura. Vuelven a sus casas y le dicen a sus mujeres que el asado estuvo rico y que charlaron de fútbol. Sería demasiado difícil explicar la verdad. Por mas que no hagan nada malo. Como explicar que el manaza se puso a bailar en calzoncillos en el tablón, o figurar al tito sacando un enano del inodoro, o la cara de Alberto, picado por los mosquitos, o carlitos peleando con un enano peronista o el gordo Mentasttini curando el empacho. No se puede contar la forma en la que se divierten. No se puede decir; se puede vivir. Y esas son cosas que pasan solo cuando uno se junta a comer un asado con sus amigos.

Tito, Alberto, Carlitos, el manaza, el gordo Mentastinni, únicos, fraternos, inolvidables personajes de… TESTIMONIOS.



La conmovedora imagen...no deja dudas...

lunes, 3 de agosto de 2009

Con eso no se jode


Podríamos hablar de mi pito corto y mis hemorroides
Podríamos decir que tengo unas inflamadísimas varicoceles y que un testículo sobresale de mi ropa interior cual nido de camoatí.
Podríamos decir que me sale demasiada cera en las orejas, y eso embarra los pelos que allí se acumulan. Que me crecen lacios y duros unos canutos negros en la nariz, que siempre está paspada y con costra de moco en los costados.
Los bordes de mis labios se llenan de boqueras y las llagas en la lengua hacen que tenga que acomodar la boca de una manera muy llamativa, que me hace salivar por demás. Por eso la baba en la baba se desparrama en mi papada mal afeitada.
Podría contar que tengo un hombro levemente mas elevado que el otro. Lo que con los años ha ido torciendo mi columna vertebral y modificando notoriamente mi caminar.
Por eso no ando por muchos lugares, por mi modo de moverme. Y porque soy tan virolo, que los ojos me apuntan a dos lugares completamente diferentes y no se por cual estoy caminando.
Hagan chistes con todo eso, si quieren.
Pero con lo del pelo no, viejo...por favor...

Osea, yo no nací pelado. Me fui quedando.

Eso sí es una tragedia de la vida...!
Dibujo: Jon