miércoles, 30 de julio de 2008

Lobo


La tormenta no pudo, lobo. No pudo. No nos hundió. Y eso que rugió con todas sus fuerzas… más que nosotros dos en la batalla. Más que todo. Empujó hasta el fondo y sin embargo seguimos, cada uno de su lado, sacando la cabeza del fondo y respirando.
Mientras tanto, haciendo caso a la pulsión, avanzamos atados al juego de muerte que nos caracteriza.
No abandonamos nunca el rencor por ser el otro y que el otro nos embeba de su esencia. Y eso que me perdí entre la maleza y me encontraste. Y eso que corrí por el bosque y me hundí en la estepa más oscura, en pos de perderte el rastro y no pude salir ni un segundo de mi olor y tu vapor al olerme. Mi respiración llamaba a tu gruñido. Mi aliento dejaba la estela que necesitaste siempre para llegar hasta el borde mismo de nosotros. Mira que hubo momentos en los que casi nos encontramos y sin embargo, la oscuridad no nos dejó vernos.
Entonces, un día como cualquiera, sentimos el aroma de la batalla acercándose. Pero esta vez la tormenta dejó de ser solo el contexto para ser furia, dolor y golpes, viento y destrucción. Esta vez la tormenta no quiso ser solo escenario y fue protagonista. Y ahí todo cambió sin que entedamos que estaba pasando.
Cuando solo quedó lo que sobraba de nosotros, luego de golpes y vueltas en el aire., cuando bajó el viento por un instante y nos encontramos en el ojo fatal de la tormenta mas grande, ahí mismo, solo con nosotros, nos miramos sin rencores a los ojos. Vimos la sangre fluir de nuestras heridas, nos supimos lastimados por el huracán. Ahí donde el dolor es moneda corriente yo saque de adentro lo ultimo de mis fuerzas y caminé hacia ti con la guardia mas baja que recuerde, en el ojo tormentoso que nos cerca de calma, de la calma del centro. Caminé y caminaste sin que surgiera ni por un segundo, un ápice de violencia en nuestro movimiento. Lo que habría sido carne desgarrada en otro tiempo, hoy era solo el andar, casi automático, de dos seres que son uno solo en el medio de sus almas.

El llanto fluyó de todos los ojos, el dolor se calló la boca por respeto, el amor se dio vuelta para no ver la paz casi mortal de los contendientes que se miraron.

Entonces yo llegué hasta enfrente de la brasa de tus ojos y supe que el frío no me mataría aquí. Que el dolor de mi corazón es el mismo que el del tuyo. Que somos la misma cosa. Entonces te abracé, lobo. Te abracé y me dejé estar en el frío del pelaje húmedo de nieve y sangre. Y te dejaste estar en los brazos que buscaste con camorra vil y gruñidos cada vez que pudiste. Los brazos que antes quisieron matarte.

Ahora la tormenta sale de su centro y el resto de la tempestad azota la faz de la tierra. Sin embargo los rivales se sostienen uno al otro y se dejan sostener.
Una vez ahí, arrodillados y silentes, el viento huracanado fue una brisa para ellos. Los árboles volaron arrancados en el aire y el castigo de las ráfagas destruyó todo.

Sin embargo, nosotros fuimos piedra milenaria, dolor eterno, tregua de sangre que sobrevive y deja respirar. Fuimos lo que estaba antes del huracán y seguirá ahí cuando se vaya.
Pronto el sol aparece, como aparece desde siempre.
La ultima gota pega en medio de los dos. Mil años nos quedamos sentados frente a nuestro Némesis. Mil años y mil días más frente a nosotros mismos.
Ahora crujen los huesos que se levantan del letargo de los siglos. Ahora se cuartea la tierra y la hierba que nos cubrió durante milenios. Ahora salimos de lo que nos tapó y nos dejó juntos bajo la superficie. Ahora no nos separamos más, Lobo. Sabemos que somos uno. Será cosa de acomodar las entendederas a nuestra pérfida compañía. Ya no conocemos lo que vendrá adelante, pero somos seres de mar y bosque, un poco de cada cosa. Seres que se preguntan que sucede en el horizonte que se pierde.
Estamos listos para caminar, al final de cuentas. Porque para eso estamos hechos. Porque para eso están hechos los horizontes.


Para caminar.

miércoles, 23 de julio de 2008

Tempestad (acerca de las pequeñas personas que quieren pelear)


Tormenta. Descarga bruta de la naturaleza. Destrucción de aquello que intenta resistir su fuerza. Despliegue y enormidad que es mucho mas que todo.
Dios se enoja y grita. Zeus se pierde entre rayos, Tor golpea su martillo. Eolo despliega sus mantos de fuerza sobre la superficie de la tierra. Neptuno estrella sus crestas sobre murallones que resistirán solo lo que Neptuno quiera. Y luego serán tapados, comidos por las olas.
Luego, la nada se muestra por un segundo. Hay un silencio total. Se detiene el tiempo, el viento, el espacio. Ahí, justo ahí, cae la primera gota. La que nadie ve, la que nadie siente. La primera de todas, parte desde el cielo, haciendo punta. Quebrando el velo que contiene el agua de los dioses y dejando caer todo. Y ahí si; el viento sopla y la tierra tiembla y el barro sale desde abajo. Las hojas vuelven a vivir otra vez llevadas por el viento y el aire se llena de gotas y nada puede esquivar la tempestad, la violenta manifestación de la naturaleza.

Luego, un pequeño ser humano mira hacia arriba. Ve la capota gris, agua que cae, truenos.
Abre su paraguas, esa hormiga, ese triste ser dentro del interior de lo mas recóndito y escondido del mundo. Allí en el fondo. Apenas un punto. Un casi nada.
Mira el cielo desde su pequeñez que cree importante y guarecido en su paraguas, en su pequeño y florido techito móvil, alcanza a mascullar:

“Que día de mierda”

En ese momento, los dioses enfadados, envían una centella candente que fulmina al individuo y termina la insolencia de sus palabras.
Todos se asustan al sentir el terrible estallido, el milimétrico homicidio meteorológico, pero nadie se sorprende que se haya hecho justicia ante tanta desfachatez. Como uno, desde su pequeño lugar, sin saber ni como ni por que, va a juzgar livianamente la calidad de un día solo porque llueve.

Bueno no…a decir verdad… no…un segundo.
Repasemos.

Hasta “Que día de mierda”, esta bien. Eso pasa.
Lo demás no. No pasa nunca.

Sucede que las tormentas no se pelean con el hombre común. No discuten con la insignificancia de los seres humanos.
Sucede que asi, la naturaleza se ocupa de cosas importantes y deja lo minúsculo, para los minúsculos.
Sucede que asi sucede.
Como las vacas no se pelean con el pasto.
Como uno no se pelea con el moho que sale en la junta de un azulejo. Por mas que desde adentro alguien esté gritando “Que hombre de mierda”. Uno no escucha.
Limpia.

Así, la naturaleza, sabia también en esto, no permite que haya grandes discusiones entre tamaños diferentes.

De modo que usted señor, que tiene su paraguas y reniega de la lluvia que le da utilidad. Usted que se queja más de lleno que de ofendido, usted que toma como personal que truene en el cielo, es bueno que sepa que del otro lado de la lluvia no lo oyen.
Patalee si quiere. Haga berrinches en la vía pública y desgarre sus vestiduras en pos de llamar la atención de los dioses indiferentes de la tormenta.
Nada va a pasar. Porque su reclamo es nimio y caprichoso. Porque caprichoso es el reniego sin fundamento, porque usted se vuelve reclamo y nada más.
Devánese en señales y mire todo el tiempo para arriba, si le gusta. No va a parar solo porque usted quiera.
Pero bueno, no se ponga mal. Si tiene afección al melodrama siempre puede pelearse una tarde de lluvia, con señoritos en paraguas que se quejan porque los tienen. Incluso puede pelearse con su paraguas y con su existencia y gritarle a los demás paragüeros que es un hombre infeliz y desdichado, porque llueve.
Pero por favor señor…por favor… por lo que más quiera.
No se pelee con la tormenta.

Porque para discutir con la tormenta, hay que arrancar tronando.
Porque para pelearse con la tempestad, hay que ser tempestad.



Sino ni se gaste.

domingo, 20 de julio de 2008

Premio


Bueno bueno...que sorpresa. Nos han premiado. Hablo en plural porque cuando me otorgan un premio o me halagan el trabajo me da vergüenza, no se que decir y hablo como un jugador de futbol.
Pero ademas, hablo en plural porque nos han premiado por partida doble. Premio para "chicas de los viernes" y premio para "Capitan de su calle".
Asi que muchas gracias por dos. Estamos contentos por la campaña que venimos haciendo y el equipo se afianza. Vamo a tene un gran campionato

Ahora viene la parte de la plaqueta, la fotito y el sincero agradecimiento a los chicos de Clavo que sobresale. A neutro, por el premio y sus reflexiones acertadas y especialmente a la querida desquiciada, que siendo la rr pp, organizó la ceremonia, compró los canapes, llamó a la prensa internacional y eligio estos dos humildes rincones de la web para otorgar el galardon. Muchas gracias bombonazo!
Ahora, como sabran, viene la parte en que nosotros tambien arrmamos nuestro reconocimiento a los demas. Que se haga justicia che! Que hay gente por ahí mas que amigable.
1) Cherry Lips, para que continue contando
2) Baterflai, literaturrra, de la buena
3) Guonderlan, hermosa tierra de las maravillas

4) Ganesha, por seguir dandonos material para comentar

5) Cassandra, por aguda y por certera

6) Eros, para que siga jugando y haciendo jugar a muchos

7) Lady C, y su fantastico principado de almagro

8) Safira, que merece muchisimo este premio amigable

9) Cuestiones de actitud, otra gran amigable. Con actitud

10) Maria Noel, que apuesta a las buenas historias. Y las cuenta.


Bueno, ahora veanse cada uno de ustedes, en completa libertad de hacer con esto lo que quieran. Publicar, no publicar, correr, sacar, luki venga.
Solo cumplo lo que dicta el honor recibido por parte de la querida "desquiciada" y distingo por mi parte, algunos queridos blogs.

Termino este humilde acto como lo he comenzado, haciendo la correspondiente acotacion de futbolista:


__"Gracia a vo y hasta siempre!" :)

jueves, 17 de julio de 2008

Sentidos


Como es uno en la mente de la gente? Que recordaran?
Que les pasará por la cabeza. Como será posible llegar en tal momento a tal lugar para que las cosas pasen sin que se vean los hilos del azar llevando el asunto por lugares velados hasta ese momento en que uno despierta.
Luego todo pasa con naturalidad, todo se desenvuelve como si fuera lo más común que las cosas acontezcan de ese modo en que están aconteciendo. Para eso hubo infinidad de hechos que pasaron antes y nos llevaron a ese lugar en ese tiempo; que mañana también será recuerdo
Tenemos nuestros pequeños sentidos. Escasos y apagados por los años en desuso.
Y la memoria, claro.
Si eso no estuviera estaríamos mudos. Hubiera habido pobreza por demás en mil camas y mil esquinas. No tendríamos consuelo para nuestro dolor y no sabríamos por que.
Si yo pudiera tocar tu piel una vez más y sentirme aliado del tiempo, volando como en un andén de viento por la cumbre de lo que no se pronuncia de ninguna manera y se sabe desde siempre.
A veces basta un pestañeo largo para acomodarse a la oscuridad y la memoria
.
Yo no se nada de la vida, no me pidas que te explique como son las cosas porque no lo se. Yo tengo mi instinto y mi olfato que solo funciona para lo fundamental. Yo siento tu aroma y tu energía y me quedo helado mirando como casi sin querer somos una sola mirada desde dos lugares. Años tardó este sonido en salir de mi boca y sin que nunca lo viera nadie en su corta existencia, se acostó a morir en tu oído y se perdió para siempre. Asi mismo tu mirada y no tus ojos me llegan de otra parte. Tu mirada y tu señal que me conmueve. No hay, por más que busque, conjunciones y letras que mencionen esa foto de tus ojos que me miran aún, en cuanto cierro los ojos y pienso
Son los ojos la mirada o la mirada es otra cosa? Como es posible que sin tocar lo que interpone su feroz ruido, siempre en el final una mirada te encuentre y te consuma, desde el fondo, la fuerza que la llevara por el aire apenas instantes antes. Es el sabor de los labios del beso lo que queda grabado para siempre? ¿O es el beso?


Mil años de imágenes y color y exceso de estímulos que cubren todo, que contaminan. Pero fue en esa tarde, donde apenas si había piel a la vista, cuando ella me buscó con la mirada limpia. Despejada de todo. Extendió su mano desde abajo de la polera negra que la tapaba hasta la nariz. La levantó hacia arriba y rozó con su dedo mayor, de arriba hacia abajo, la palma de mi mano.


Y morí.

jueves, 10 de julio de 2008

Los jefes (parte II)


En el otro extremo, del otro lado de las opiniones están quienes creen que con los jefes nada pasará; que las directivas no llegarán nunca. Las oficinas se vaciaron sin directivas. La jefatura se largó sin directivas, ¿Por que volverían a decirle a un grupete de oficinistas que es lo que tienen que hacer? Por que si salieron de este laberinto de oficinas volverían a entrar?
Claro que hay jefes, seguro que los hay. Pero no están aquí. Y no les interesamos. De modo que este grupo vive menos preocupado por las obligaciones a cumplir para con la oficina, la culpa de la oficina, el castigo de la oficina y todo eso. Incluso algunos integrantes de ese grupo sostienen que en realidad, los jefes no existen. Nunca existieron. Son algo que creemos que está ahí pero nunca vimos y escuchamos. Creación entera de nuestra imaginación. Necesidad de plantearnos un orden construido por una directiva mayor.
Al principio solían ser entretenidas las charlas entre las partes, pero con el tiempo empezaron a ponerse monótonas y estériles. Un montón de gente peleando acaloradamente sobre si esto existe o no, si aquello no se ocupa de nosotros o si. Todo mientras clasifican abrochadoras o cuentan ganchos de papel o acomodan planillas. Unos gritando _”Existen!!!” y otros: _”No existieron nunca!!!”.
Ridículo. Luchar por afirmar que algo existe o por sostener que no.
Nadie discute por la existencia de las abrochadoras, o si dentro de la pared hay cableado de luz o si en la recepción existen helechos fucsia.
__”No existen los helechos fucsia ¡No existen!”
Bien, listo, ya lo sabemos
___”Existen las abrochadoras! ¡Existen!”
Muy bien, las estamos viendo. Basta.
Ninguna de las dos posturas te termina haciendo creer nada. Si hay tanto que reafirmar, alguna duda cabe.
Que cada uno crea lo que quiera. Todos se creen con la misión de iluminar de pensamientos las cabezas dormidas de los demás como si todo eso nos sacara del laberinto. Ninguno eligió quedar encerrado; pero ya que pasa, que cada uno lo lleve como pueda.
En el medio de todo esto están aquellos que recorren los interminables pasillos y despachos en busca de respuestas a algunas de sus preguntas. Se cuelgan de los techos y revisan las instalaciones, exploran los tubos de ventilación. Quieren saber que hay más allá de las oficinas. Discuten teorías sobre la alimentación de corriente del ascensor de carga, de donde viene la ventilación o por que tenemos luz artificial indistintamente en oficinas ocupadas o desocupadas a partir de la misma hora. Algunos de ellos dicen que los jefes siguen cerca. Sino como es posible que no nos hayan cortado el suministro de luz o que siga funcionando el ascensor de directorio. Los más dicen que no hay directorio. Que nosotros mismos hemos llegado a entender el mundo que nos rodea y por ejemplo, reparar un dispenser de agua sin ver que opinan los jefes de eso.
Hay minorías que afirman que no hay jefe, sino un sistema computarizado que controla cada cosa que se prende o apaga; otros creen que ni siquiera viene de este edificio la energía que alimenta todo, sino que nos alimentan de algún otro edificio lejano que no sabemos bien donde queda.
A fin de cuentas, todo lo mismo. Hay jefe, no hay jefe, está cerca, esta lejos. Todo lo mismo.
Años y años de laberintos de oficinas. Gente que nace y gente que muere, que ama, que llora, que permanece, que odia. Gente que vive toda su vida en un intrincadísimo laberinto de oficinas clasificando abrochadoras y gritando los jefes existen, los jefes no existen y abrochar, abrochar, planilla a, planilla b, planilla b, planilla a, agujerear, agujerear, agujerear y vendrán un día por nosotros y no vendrán nunca jamás y saben todo lo que hacemos y no sabemos nada de nada y el laberinto ¿Qué laberinto? Y el dispenser de agua y los escritorios y yo se todo, vos no sabes nada! No! Yo se todo vos no sabes nada! No. No sabes nada, no sabes nada, Nada!...Nada!...no sabemos… no sabemos nada.
Hay un solo viejo al que le creo. Un viejo tremendamente viejo, de esos viejos que parecen hechos de piedra. Duro, como curtido por un viento que no fuera el de este lugar. El dice que conoce una salida del laberinto, pero que el va a llegar antes que yo. Dice que cuando uno se da cuenta que está en un laberinto y no puede salir, se aterra. Pero que eso no es nada comparado con el horror que significa vislumbrar la salida. Me contó que hay gente que no la ve ni siquiera cuando ya la tiene enfrente y que no se puede salir caminando pero si se puede salir de pie. Por otra parte me dice que lo importante es caminar, no salir. Que la salida aparecerá igual, pero que me encuentre buscando. Yo no entiendo bien, pero le creo.

El dice que un día voy a entender.

miércoles, 9 de julio de 2008

Los jefes (parte I)


La gente se pierde cuando entra a esta oficina.
Las habitaciones son grandes, la gente ya no está acostumbrada a las habitaciones grandes. Se han habituado a buscar enseguida el final de la pieza, del comedor, de la recepción. El fin del lugar.
Entran, ven y piensan; “Por acá debe terminar”. Se desorientan cuando no termina donde creen, y sigue… y sigue.
Este es un viejo edificio de enorme cantidad de habitaciones, conectado a su vez con otro edificio de iguales características. Lo que hace que una enorme superficie. Un incalculable espacio muy alto y muy pero muy ancho, se pueda recorrer por dentro.
Muchos se pierden, se sienten en un laberinto. Pero no es tan difícil. Es una cuestión de costumbre. Uno se acomoda, toma puntos de referencia, memoriza caminos, pone señales. Al cabo de un tiempo está moviéndose por una laberinto sin siquiera darse cuenta. Lo hace naturalmente como si fuera la cosa más sencilla.
Si. Uno se habitúa. Hasta a los laberintos se habitúa uno.
Hace un tiempo atrás, cuentan, hubo una gran mudanza que dejó vacía una enorme cantidad de oficinas, las más bellas por cierto. Ventanales enormes, pisos de madera, hogares con mosaicos esmaltados. Sin lugar a dudas, lo que se mudó fue el directorio; lo cual nos da el alivio de tener lejos a los jefes. Por lo menos por un tiempo (ya aparecerá algún otro “Jefe” para ocupar la vacante) y la posibilidad de ocupar ese sector del laberinto con alguno de nuestros escritorios y nuestros chismes de pasillo.
Es raro mudarse de lugar en un laberinto. En los laberintos la gente no presta atención a los recovecos. Lo único que les interesa es la salida, cuando están adentro, o la entrada cuando están afuera. Y en el caso de la entrada basta un solo paso al frente para ser olvido. La salida importa, la salida y nada más. Los demás lugares del laberinto solo cobran importancia cuando comienza a difuminarse la idea de salir, cuando uno empieza a encontrar interés en estar adentro.
Interés, bueno…interés. ¿Cuánto dura el interés en un laberinto? ¿Cien curvas? ¿Cuarenta pasillos? ¿Veinte vueltas al mismo lugar? Después viene el hartazgo, la impaciencia, la perdida del control, la desesperación y luego lentamente la depresión, la pena, la desilusión y por fin el abandono.
Lo que viene después es lo interesante. Supongo que porque es lo que queda al fin. Lo que viene después del abandono. Los que no mueren en el intento se levantan. Tarde o temprano alguna pulsión de vida los saca del letargo. Hambre, sed, dolor. Y una vez que esto sucede se levantan para no caer más, aunque no más tampoco para vivir como antes. Solo es un intermedio gris.
Por eso digo, interés…lo que se dice interés…no, tanto no. Tan solo una pequeña atracción, la misma pulsión de la que hablaba, como el hambre, como la sed, la necesidad de buscar un lugar tranquilo, un lugar más tibio y calmo. La necesidad de que encontrar a otro. Encontrar a alguien mas que no quiera caminar mas en el laberinto, que ya no quiera salir y entonces otra oficina, otro despacho, otro escritorio mejor. Asumir que no se puede salir del laberinto es comenzar a entender que no es un “no lugar”, es un lugar para estar, para ser.
El directorio se mudó. A los que quedan, los que dependían enteramente de él no se les dejó ninguna directiva en especial. El directorio ya no está. No existe más. ¿Qué hacemos ahora? ¿Adonde vamos a ir a parar?
Hay algunos que aseguran que las directivas llegarán un día y nos dirán que hacer. Mientras tanto, según dicen, hay que seguir desarrollando las últimas directivas que dejaron los últimos gerentes e implementarlas en todos los órdenes de trabajo; lo cual ocasiona algunos inconvenientes y más de una contradicción. Si en una oficina, una orden puede cambiar de un minuto a otro, el caos que puede generar una orden final, una ultima orden es indescriptible. Mucho más si esa orden no es el corolario de una considerable causa, el concepto cuasi existencial y con aires talvez de proselitismo que pone fin a una justa magnifica. No. Las últimas órdenes fueron verdaderas nimiedades, intrascendentes y estupidas que quedaron allí, sobrestimadas no por su dimensión sino por su ubicación. Valoradas solo por últimas y no por buenas.
De ese modo, hay gente que ha pasado y que sigue pasando mucho tiempo inventariando abrochadoras o colocando planillas “a” en la pila de la derecha y planillas “b” en la pila de la izquierda, como si todo el tiempo un telegrama de despido les rozara una oreja augurándoles el averno de los desocupados.
Por supuesto que esto causa los problemas pertinentes. Las planillas se acaban o no entran en ninguna parte. Las abrochadoras son clasificadas minuciosamente, por nombre, color, tamaño, cantidad de broches, antigüedad, etc., sin quedar ya que clasificar. Una vez concluido el trabajo, sobrevuela un fugaz y pecaminoso pensamiento de ocio por sobre las cabezas de todos los empleados, pero enseguida es tapado por la culpa y el temor de oír ese ruidito a papel de telegrama. Luego, la primera duda, la mas existencial: ¿Para que hago esto?, la segunda, mas terrenal: ¿lo habré hecho bien?, la tercera: Si no hago esto, ¿que hago?

A revisar todo. Otra vez. De nuevo. Desde el principio.

viernes, 4 de julio de 2008

Cuerda



Decime que habrá un día en que juzguemos esto como hazañas. Decime que saldrá a la vereda la alegría a charlar con nosotros, que pasamos tristes. Decime que el tiempo no correrá más contra el viento. Que las tardes serán menos grises, que los pasillos del subterráneo menos sórdidos, que las miradas perdidas serán por revisar la calma y no por atorar dilemas. Decime que esta no es la última nota de la coda y que haremos muchas otras cosas que sabremos bellas. Decime que seremos más felices que hoy.
No tengo un solo gramo de dolor que no pueda ser sanado. Ni uno solo. Decime que el alma mira y percibe cuando hay algo que brilla. Que en definitiva sabremos como salir a flote del pantano de nosotros mismos. Decime que ayer no fue ilusión y nada más que eso. Decime que tengo algo porque luchar. Decímelo porque me olvido fácil. Recordame por que estoy acá y que defiendo. Que duele tanto que se esconde tan profundo. Por que pesa el silencio como una bruma, por que esperar siempre es lo que queda. Por que las nubes no se corren. Por que la cabeza explota y el humo ciega y los ojos duelen. Decímelo por favor, pero que sea rápido. Porque se me vienen cansando los hombros de tirar la cuerda.

Y no sea cosa que me entere que una ilusión no es ni será nunca nada más que eso.
No sea cosa que sepa al final que el tiempo corre, como ha corrido siempre…


Y nosotros parados, mirando.